Morales Bello, el hombre del coraje y la lealtad

En la imagen que ilustra este texto aparecen, de izquierda a derecha, el periodista Pacheco, el dirigente adeco Esteban García Segura, y Morales Bello, erguido, respondiendo a las preguntas del reportero.

Sobre esta foto, entrevistamos brevemente desde esta redacción a Esteban García Segura, hoy miembro del Comité Ejecutivo Nacional de AD en resistencia.

Al respecto, expresó emocionado:

«El Dr. David Morales Bello, fue un dirigente de excepción, muy inteligente, con coraje y una gran lealtad al sistema democrático representativo. Fue jefe de campaña de CAP. En su última campaña electoral, amigo de los amigos, esa foto fue después de una larga conversación. El candidato CAP y miembros del comando con autoridades del Comité Ejecutivo Nacional (CEN). Puntos tratados entre otros, lugar del cierre de Campaña, que fue finalmente Av. Victoria o Presidente Medina, en Caracas», dijo García Segura.

Rómulo en Berna: una sentencia irrefutable de Morales Bello

Cuando Rómulo Betancourt termina su mandato constitucional en 1964 abandona el país no sin antes emitir algunos pronunciamientos.

Sobre este particular, el doctor Carlos Canache Mata escribe en un artículo para El Cooperante:

«El día 9 de abril de 1964, a través de la televisión y de radiodifusoras comerciales, se despidió del país, apenas unas pocas horas antes de partir. Entonces manifestó:

‘Quiero decir que me siento profundamente orgulloso del pueblo venezolano y que declino en él todos los honores que pudieran discernírseme. Y esto lo digo sin afán demagógico, sino sinceramente: no se hubiera podido lograr la hazaña de estabilizar una democracia tan acechada si no hubiera habido el concurso para defender las instituciones que el mismo pueblo se dio…Hay una frase ajena que repito porque la conceptúo muy exacta: ‘el precio de la libertad es una eterna vigilancia’. Esto es más cierto en un país como el nuestro, dotado por la naturaleza de extraordinarias riquezas naturales; un país de tal calidad está expuesto a la ambición de los aventureros, que conceptúan el poder como botín…En el exterior no me dedicaré a una vida cómoda y tranquila, no ha llegado para mí el momento de empantuflarme, tengo cincuenta y seis años, que los llevo bien desde el punto de vista físico, y una mente alerta y madurada. Escribiré libros, acopiaré experiencias en otros países, y eso lo transmitiré a mi pueblo y a los otros pueblos de América a través de la palabra escrita o del videotape, enviado desde los distintos lugares en donde pose mi planta peregrina’

«La primera escala de su viaje fue Estados Unidos. En Nueva York fue agasajado por la Asociación Americana para la Democracia y la Libertad, ocasión en la que hablaron el senador Edward Kennedy, Norman Thomas, Adolfo Berle y Arthur Schlesinger, quienes se refirieron a la carrera política y al último gobierno que presidió Betancourt. Estando allí, estalló la insurrección del coronel Caamaño y la crisis política en la República Dominicana. Sanín (Alfredo Tarre Murzi), hace al respecto el comentario que pone en boca de Betancourt:

‘Cuando estalló la crisis política en la República Dominicana por la insurrección del coronel Francisco Caamaño, el presidente Lyndon Johnson y el vicepresidente Hubert Humphrey me invitaron a Washington para conversar sobre las incidencias de ese conflicto en el Caribe. Me opuse radicalmente al envío de marines a la isla y aconsejé utilizar medios políticos y diplomáticos para tratar de resolver la crisis. Pero el trauma de la situación cubana llevó al gobierno de EE. UU. a una penosa y desagradable intervención en Santo Domingo, que no era la primera incursión en la isla de Hostos’.

En California, embarcó para seguir su viaje a Asia, Africa y Europa, y  terminar domiciliándose, como se señaló líneas arriba, primero, por pocos meses en Nápoles, y luego, en Berna. Vivía con los emolumentos que recibía como  expresidente y sus honorarios de periodista y escritor».

A propósito de ese exilio, se imprime la obra Rómulo en Berna, cuya carátula acompaña este artículo. En la obra citada, en la página 231, hay una breve pero contundente opinión de Morales Bello sobre Betancourt:

«La figura de Rómulo Betancourt, su influencia en la creación de la Venezuela de hoy, marcha por nuevos rumbos hacia el futuro a que tiene pleno derecho, no necesita comentarios», sentenció el senador adeco, de manera irrefutable.

En Táchira también leen a Morales Bello: «Seguimos en la lucha»

El pasado 5 de marzo, el vicepresidente de Acción Democrática, Édgar Zambrano, entregó al abogado Gerardo Méndez, secretario de organización de la tolda blanca en Táchira, un ejemplar de Mueran los golpistas, una grandiosa selección de escritos y discursos del doctor David Morales Bello, prologado por Henry Ramos Allup.

«Seguimos en la lucha», escribió el abogado Méndez en su cuenta Twitter, acompañado de Zambrano y la obra citada, que ha recorrido, además, 28 municipios de los cuales trece pertenecen a Yaracuy y el resto a Monagas.

Los dirigentes de Acción Democrática están rescatando toda la obra de Morales Bello para llevarla a micro talleres de capacitación y doctrina en municipios y parroquias.

El libro es entregado en actos formales a los dirigentes municipales, mientras que desde el estado Lara, se ha hecho un esfuerzo constante por el rescate de la obra de quien fuera uno de los mejores oradores del siglo XX.

Una mirada a Ruiz Pineda desde la óptica de Morales Bello

Firmado por Víctor Ruiz García, sección «El Leonardo que conocí», el autor cita pasajes de Morales Bello sobre Leonardo Ruiz Pineda, mártir de la resistencia adeca durante la dictadura de Pérez Jiménez, y que murió baleado por la Seguridad Nacional en San Agustín, en el centro de Caracas. Era el secretario general de Acción Democrática en la clandestinidad.

Sobre Ruiz Pineda, argumenta Morales Bello:

«No es extraño el dicho conforme al cual ejercen liderazgo político deben mostrarse a las muchedumbres, pero no permitir el fácil acceso a su persona,para sí mantener cierta aureola de impenetrabilidad significativa de grandeza. La majestad del líder, se suele decir, impone distanciamiento del común para que se le admire desde lejos y no se le advierten sus defectos y flaquezas humanas. La actitud del líder, se afirma también, debe excluir el trato humanizado para con la generalidad de las personas que lo soliciten, porque corre el riesgo de cambiar el respeto que debe inspirar por el afecto, y más y menor obedecen quienes respetan (y temen) que quienes miran con cariño a sus conductores».

Pero no era eso lo que veía Morales Bello de Ruiz Pineda, sino todo lo contrario, Señala el texto citado:

«No porque se creyera perfecto, sino impulsado por la sencillez de su habitual manera de ser, Leonardo Ruiz Pineda jamás ofreció desde el olimpo la inaccesibilidad. Solía admitir sin desagrado los argumentos adversos a su punto de vista, cuando la objetividad del análisis lo conducía a la rectificación. Era sólido en la fundamentación de las posiciones que adoptaba, pero no se creía monopolizador de la razón».

Morales Bello era, sin lugar a dudas, uno de esos hombres que más admiró a Ruiz Pineda, al punto de escribirle un homenaje que se convirtió en libro. Nunca lo envidió. Siempre le quiso.