Morales Bello quiso enfrentarse en la contienda electoral contra Rafael Caldera. Textualmente dijo: «Yo derroto a Caldera», soltó en entrevista concedida a Alfredo Peña en 1981.
Pero en la contienda interna de AD ganó Jaime Lusinchi, quien efectivamente derrotó a Caldera. No es intención nuestra comparar a ambos dirigentes de AD, pues ambos reunían las condiciones para la primera magistratura.
En el caso de Morales Bello, único al cual nos referiremos, podemos decir que tenía un enorme bagaje cultural, académico, político y humano. No pudo conquistar a las bases de AD en la contienda interna, pero sin ser presidente, su nombre está irremediablemente grabado en todas las páginas de la historia del país.
Sus logros parlamentarios, sus afilados discursos, las tareas difíciles que le encomendaban y que cumplía con éxito, su humildad, nobleza y astucia para enfrentar al adversario, lo hacían el candidato perfecto para Acción Democrática, sin restar mérito alguno al doctor Jaime Lusinchi, quien hizo una obra magistral desde lo social y cultural.
Hoy, a 20 años de su fallecimiento, la obra de Morales Bello camina por toda Venezuela. No necesitó ser presidente para ser recordado. No le tocaba. Pero sí le toca que Venezuela, a estas alturas del partido, reivindique la figura de Morales Bello, el hombre de la fibra adeca que aguantó como un varón y salió por la puerta grande del Salón Azul del CEN de AD, aplaudido por todos, con una larga ovación. Y ese fue el día en el que, por primera vez, los adecos vieron llorar a Morales Bello.