El día que Morales Bello no se dejó provocar por los copeyanos

Hemos dicho que David Morales Bello (DMB) era un maestro de la oratoria. Un gladiador en justa competencia con el adversario. Para la sesión de mayo de 1991 en la que se discutían presuntas irregularidades administrativas, el senador adeco hizo un llamado a la cordura en los debates.

Ahí estaba otra vez DMB, no defendiendo a CAP ni a Lusinchi, sino a la majestad del Poder Legislativo. Consciente de cómo estaba la situación, DMB pidió la famosa tribuna de oradores para pronunciarse. Le fue concedida.

Pero DMB no arranca hablando de Lusinchi. Las primeras palabras de un discurso son clave en política, y aunque en los próximos capítulos dedicaremos in extenso el discurso de DMB sobre Lusinchi y los famosos «jeeps de Ciliberto», no obstante, no podíamos en esta redacción un «detalle» del que se percató DMB.

Tras saludar a sus colegas parlamentarios, arrancó justo con estas líneas:

«Me siento convocado a rescatar el maltratado respeto que todos debemos tener a este órgano del Poder Legislativo del cual formamos parte., y por eso mismo, me propongo no atender provocaciones al margen de la materia que reclama nuestro análisis, a los fines de replantear la situación en los términos  que reclama el informe sometido a consideración nuestra».

Los ataques de Copei y los partidos minoritarios del Congreso debilitaron la alta calidad tradicional del Poder Legislativo, y se estaba ya convirtiendo en un ring de boxeo.

Por eso DMB,el hombre de la concordia, el estratega de la paz, se estaba anticipando a la debacle del debate político de Venezuela, que se agudizó entrado el siglo XXI.